Son las dos de la tarde en una estación del Metro. La mayoría de la gente que sube y baja por las escalas desean almorzar o se dirigen de vuelta a su trabajo. Marco Torres, ex-taxista de 44 años, acaba de instalarse acá para ofrecer sus productos a los pasajeros del Metro. Su jefe vendió el auto a comienzos del año, dejándolo cesante. “Pero cuando vi la cagada que quedó con el Transantiago, me dije ‘acá se puede vender algo’” cuenta Torres.
Tiene un par de cajas chicas de marca McKay a su izquierda y seis canastos rojos a su derecha, todos cargados y llenos de mercancía. Vende “Brazos de Reina” y chocolates Super 8. La gente que pasa no compra mucho, pero Marco Torres no parece desanimado. “En estos momentos no se vende tanto. Es por la hora”, explica el vendedor, promocionando sus Brazos de Reina con diferentes frases. “Transantiago me trajo para acá” dice.
Torres coge una pequeña botella de Coca Cola y toma un par de sorbos, mientras una señora apurada y algo gruñona estudia los "Brazos", empaquetados y ordenados sobre los canastos. Finalmente sucumbe ante el brillo del manjar y decide comprar uno, mientras el vendedor se lo envasa cariñosamente en una bolsa. “Gracias”, le dice Torres. La señora no responde.
Las cosas cambian con el tiempo. A las cinco de la tarde, la cantidad de personas saliendo y entrando al Metro aumenta, como también la cantidad de "Brazos" vendidos. “A mil pesos el Brazo de Reina, a mil pesos”, anuncia de forma más vívida, mientras recibe el pago por tres Super 8. “Fíjate en las personas”, sugiere el vendedor, indicando a las personas que pasan. “Lo que importa es lo que va al paso. Si no te vieron a la primera, tampoco van a volver a comprar”, revela él, indicando hacia el canasto con su mano.
Otra señora, con un vestido negro y tacos altos, le compra un Brazo de Reina. Torres le agradece su amabilidad, pero ella tampoco responde. Las monedas las mete en el bolsillo derecho, mientras aprieta un par de veces los botones de su celular. Parece esperar a alguien.
Una mujer se dirige directamente hacia Torres para comprar un "Brazo". Por apariencia, ella parece haber comprado "Brazos" abundantemente en el pasado, había observado los canastos mientras salía del Metro, cuando súbitamente se da media vuelta y también decide adquirir uno. “Sólo a mil, para llevar a mil”, dice el vendedor cuando la compradora se va.
Mientras el cielo oscurece, Torres enciende un cigarrillo. “Ahora acelera la cosa. Estoy mucho más ocupado ahora”, comienza el vendedor, siendo luego interrumpido por un hombre que desea comprar un "Brazo". Detrás del hombre, se alinean dos más y lentamente van quedando menos. “La mayoría se vende ahora, en el ‘horario peak’”, explica Torres, agregando “pero igual tienes que complementar con las ventas de la tarde. O si no, no te alcanza para nada”.
Otro pasajero del Metro elige uno de los "Brazos de Reina" de Torres, dejando la última canasta para el día. Las olas de personas continúan creciendo y ya casi no quedan Super 8. Entre todo el tumulto, apenas se puede escuchar la voz de Torres quien, intentando vender los últimos cinco "Brazos", se pierde entre una larga cola de pasajeros que desean abordar un microbús cercano.
El día jueves, Torres termina con todos los "Brazos de Reina" vendidos. “Me traen ochenta, a veces cien Brazos de Reina”, sostiene el vendedor, añadiendo que “Se venden todos. Y eso que este era un día lento”. Marco Torres posiciona los canastos vacíos sobre un carro y se despide concluyendo: “La desgracia de muchos es la conveniencia de pocos”.
9 comentarios:
Es horrendo... no mentira. Yo no le encontré nada de malo al formato. De hecho, las fotos y texto se ve mejor así que con el otro formato, en ese se ven todo muy compactado.
Me gustó la historia, pero me quedó una duda ¿le va mejor ahora o cuando era taxista?
Bueno bueno bueno. Te felicito. Además creo que hay una concordancia muy buena entre texto y fotos. Con la versión final estoy seguro de que mejorará:
1. Intenta poner más hipertexto.
2. Si no identificas la estación, explica por qué no lo estás haciendo. Si no lo haces, queda como que se te olvidó.
3. Comparto la duda de Dagoberto. Me gustaría ver más números en esta historia, más "economía", por decirlo así: quién le trae los brazos, quién los hace, cuánto le sale hacer uno y a cuánto los vende.
Felicitaciones
Estoy de acuerdo en que existe una clara armonía entre texto-imagen en la historia.
Lo mejor de todo es que no es en absoluto aburrida, mérito de los detalles, creo yo.
Keep up the good work!.
Ya estás más que elogiado, así que sólo me queda por decir que el último párrafo me hizo pensar en dos cosas:
1. Según la cita, ¿quién le lleva los brazos de reina a Marco?
2. Si vende 80 al día, a mil cada uno, se hace ochenta lucas. A la semana, sin contar sábado y domingo, cuatrocientas. Y al mes, oh my god. Dejémonos de estudiar y dediquémonos a vender bracitos.
Otra cosa: la segunda foto es lo mejor.
Ya shao, longi.
Sí, a mí también me sorprendió. Ahora, si piensas que no es un trabajo estable y que además debe estar atento para que no lo pillen los "pacos"... mh.
No lo puse en la historia pero él dijo que "ahora comenzando el verano, ya no se venden tan bien".
La segunda foto te gusta por los pantalones. Yeah, you said so.
¿Tan sólo mil pesos? Dile al caballero que se venga para acá la universidad y quiebra a los desleales vendedores ambulantes que por un "Nicolo" nos piden 150 pesos. Muy buena tú historia, es interesante saber la realidad que ha transformado Transantiago,y en relación a esto, y lo que dijo el Dagoberto, quedo con la duda de si ahora es más exitoso que antes. Respondela si gustas, porque la historia esta buena.
para los interesados en esta pagina y sus contenidos, quisiera comunicarles que a partir del dia 15 de octubre tengo a disposición de ustedes, los mas ricos pan de pascua que hayan probado en sus vidas, aparte de los ya conocidos brazos de reina, y pueden acceder a ellos simplemente llamando al 09-7913056, o escribiendo a mi correo electronico
marcoantonitorres@hotmail.com
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