domingo

Los chanchos de Miranda Redux

Con una carpeta en la mano y un lapicero marca “Bic” en la otra, Esteban Miranda, Inspector del paradero de buses “Tobalaba con Providencia”, se encuentra analizando números y horarios. Son las dos de la tarde y el Inspector se desplaza entre las decenas de pasajeros que han salido del Metro y, con rostros que denotan su molestia, tienen pensado abordar la siguiente micro que pase. “Mire amigo, lo más importante es el público. El público define el viaje” dice éste. Miranda se desliza entre los pasajeros, quienes al ver un pequeño vehículo de la línea C06, enfilan hacía sus puertas para abordarlo.

“No te preocupes, la mayoría ya está media cabreada. Si te tocan peleadores, vas a tener problemas. Si te tocan tranquilitos, va a ser fácil”
asegura Esteban Miranda, que luego se despide del siguiente microbús que pasa. Finalmente se retira diciendo “Ahora está tranquilito, a las siete queda la tendalá’ con los ‘chanchos’, los de la construcción. Es la jerga de los micreros”. Así termina el Controlador, justo cuando pasa la 403 de José Carreño.

El chofer hace señas de despedida a Esteban con su rostro, mientras sus brazos tratan de ordenar la circulación de los pasajeros dentro del vehículo. “Claro, te dicen que te apures. Te dicen que estás atrasado”, señala Carreño al detenerse frente a un viejo semáforo. Luego agrega, “Y qué hago si no puedo ir más rápido, no puedo acelerar”. Al lado del manubrio cuelga un letrero negro con letras de pintura blanca, gruesa, hecho a mano. El chofer nota cómo un joven estudia el mensaje escrito en éste: “buenos días, que tenga buen viaje”. “El sistema no es malo, pero la gente abusa del servicio, especialmente los ‘chanchos’”, concluye Carreño, deteniendo el vehículo cerca de la Alameda.

Son las siete y media de la tarde. La lluvia obliga a los pasajeros a refugiarse bajo el paradero “Tobalaba con Providencia”. Es el “Horario Peak”. Esteban Miranda aún se encuentra controlando la regularidad de los microbuses, continuando su sermón acerca de los “chanchos”: “Si pue’, de repente te pueden mandar un puro coscacho. A veces te tiran hasta un vidrio”. Las palabras del Inspector coinciden con la llegada del coloso 407, una “cuncuna”, un bus el doble de largo de las micros regulares. Miranda mira al conductor, Luís Orlando Pérez, revisa sus datos y lo vuelve a mirar. El Controlador cariñosamente agrega una serie de números al papel y le hace señas al chofer: puede seguir con su trayectoria.

Dentro de la “cuncuna”, las palabras de Miranda se vuelven realidad. Los viajeros que se encuentran dentro del vehículo están apretados y, ocasionalmente, gruñen a cualquier persona que los roce. Aparece un vendedor de chocolates Vizzio y el chofer le permite subir con una mirada. ¿Los ‘chanchos’?” pregunta Luís Pérez con un tono burlesco al escuchar las opiniones de Miranda. “Suben por atrás y cuando lo hacen por delante, no marcan la tarjeta”, dice Pérez sin quitar los ojos del semáforo rojo, agregando “son prepotentes. Claro, llegan cansados de la pega pero no piensan en uno. Te gritan ‘cállate y maneja nomás, total a ti te pagan sueldo fijo’. ¿Y qué puedo hacer yo? ¿Echarlos? Recuerdo la vez cuando eché a uno, un cuchillo sacó el muy chancho”.

La micro avanza; el semáforo marca verde. Al llegar al siguiente paradero, entra un hombre robusto al microbús, reclamando por el poco espacio. “Por favor circule para dejar pasar a la gente”, le pide Pérez, señalando un pequeño espacio entre una señora y un escolar. El hombre lo mira y le grita: “cierra la boca, maneja y haz tu trabajo. ¿No ves que no hay espacio, imbécil?”. En silencio, Luis Pérez mantiene su mirada sobre el semáforo de la Avenida Pedro de Valdivia, mientras el vendedor de Vizzio sale por una puerta trasera que, a lo largo de la trayectoria, nunca se había cerrado junto a las otras.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mejor, bastante mejor esta versión. Está todo corregido salvo una cosa importante: hablas de los chanchos pero no veo a ninguno en tu historia. Solo sé de ellos a partir de lo que dicen otros. ¿Alcanzas a poner chanchos vistos con tus propios ojos, o puedes llegar a hablar con uno tú mismo?

Manuel dijo...

A ver si logro incorporar a algunos.

Anónimo dijo...

"¿Y qué puedo hacer yo? ¿Echarlos? Recuerdo la vez cuando eché a uno, un cuchillo sacó el muy chancho". Hahaha, es increíble esa cita.

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